sábado, 24 de abril de 2010

Antes...

Antes era más fácil
Antes era más fácil vivir en este olvido
Bastaba ir a la universidad o a la esquina
Para encontrar el anhelado consuelo
Aunque sólo fuera en el oído de un amigo
compartiendo una cerveza o las horas muertas
de una tarde nebulosa…

viernes, 23 de abril de 2010

martes, 20 de abril de 2010

Metaliteratura

Y dos que no existen dialogan
—Ya... deja de insultarme que no te sirve. Fue tan fácil repelerte que ni tiempo tuve de comprender lo absurdo de la situación.
—Si fue tan fácil repelerme… no atendió a razón distinta de que yo mismo buscaba eso. Incapaz de encontrar el camino para ser recibido a la profundidad de tu ser que yo necesitaba, opté por la inmolación. Sólo así los dioses dejan de asolar el mundo. Y los insultos son alabanzas vueltas subterfugio.
—Deja de odiarme por no ofrecerme a ti.
—Hablar de odio es exagerar. Para que nazca ese sentimiento se tiene que haber perdido algo primero. Es la reacción cuando te despojan de lo más valioso. Lo que a mí me embarga es una furia pedestre y animal; la frustración del que ha sido timado. Del que, cercano a la deshidratación, se encuentra no con el oasis sino con el espejismo. Del que le venden un cristal como si fuera diamante.
—Deja de enjaretarle todo al miedo, ya no te tengo miedo.
—Del miedo que hablo no es del que me pudieras tener, sino del que te tienes a ti y a la bestia que guardas. Ese miedo que todos sentimos y que pocos pueden vencer: el miedo a ser, no quien te han dicho que debes, sino el que tu alma exige. Sobreponerse a él siempre cobrará precios por demás onerosos. Y, aun así, vale la pena pagarlos.
—Deja de querer castigarme y de convencerme de que mi destino va a ser como el tuyo.
—No te quiero convencer de que tu destino será como el mío... Sin embargo, no puedo ignorar que ya en tu interior se ha desatado esa pelea que estaba escrita a suceder desde que naciste. Te estoy advirtiendo para que te cuides y te prepares porque esa guerra no es fácil de ganar… y las bajas son cruentas y dolorosas. Empero, quizá tengas razón y logres conjurar el sino que se antoja inevitable puesto que posees mejores armas de las que yo tuve. Apostémosle a que, si bien todo ya está escrito, no existe un guión único. Y nadie mejor que tú para castigarte.
—Deja de envenenarme con tu muerte, de todas formas ya no tengo tu licencia para inyectarte vida.
— ¿Por qué decir que la muerte envenena si acaso es la única posibilidad de liberación con la que contamos? Lo que en verdad envenena es la vida. Te envenena con promesas que resultan falsas y con realidades que se descubren como simples imaginerías. Y, a final de cuentas, la muerte siempre está detrás de toda supuesta vida. Y si alguna vez pudiste inyectarme vida, la oportuni-dad se fue hace mucho, no ayer ni anteayer ni hace una semana. Y yo no te quité la licencia, tú sola la rechazaste. Ahora sólo queda muerte por delante. La única promesa que sí se cumple a cabalidad.
—Deja de descuidar tu cuerpo y tu Hombre.
—Descuidar es un verbo muy débil: lo que yo hago a mi cuerpo y a mi hombre es agredirlos y lo hago con plena conciencia y absoluta voluntad. Es una declaración… una postura. ¿Por qué proteger o preservar algo que desde su concepción comienza a corromperse? A final de cuentas, no deja de ser un juego macabro. El día en que este cuerpo, junto con el hombre que lo anima, se volverá alimento para gusanos ya está decidido. Nada de lo que haga o deje de hacer modificará ese plazo. Entonces, ¿por qué no llevarlo al límite de su resistencia y, una vez ahí, dar un paso más?
—Deja de echarme en cara todo lo que habrías hecho si te lo hubiera pedido, porque no lo hice.
—Y entramos al doloroso terreno de la especulación. La gente se empeña en decir que resulta ocioso vivir en el hubiera; sin embargo, a todos nos atormentan los hubieran, porque se manifies-tan, en ese momento preciso, justo un segundo antes de convertirse en hubiera, como una realidad contundente. Da igual: no más que ilusión. Como la vida misma.
—Deja de repartir culpas, sé muy bien cuales son mías.
—Espero que sea cierto lo que dices. Representaría la antesala de la iluminación.

—Deja de reprocharme que no te haya dejado solo, hundiéndote en tu mierda.
—El reproche me lo hago más a mí que a ti. Tú, lo que sentí, lo que inoculaste en mí no fue sino catalizador de lo que aún seguía vivo en mí. Y ahí radica el reproche: en reconocerse aún esclavo de una mentira que, aunque ya se sabe mentira, sigue ejerciendo una poderosa influencia sobre ti: la falsa promesa de que se puede vivir fuera de la mierda. Y en realidad, si no vas a sacar a alguien de ahí, resulta por demás cruel quedarse a contemplar.
—Deja de maldecir que me haya aparecido porque tú fuiste quien mandó el primer mensaje.
—Sí, yo fui quien un día me encontré con tu silueta y anhelé descubrir qué guardaba esa perfección física en el alma. Te busqué y respondiste. En ese instante toda inocencia murió. Y así fui tras de ti, con la única intención de poseerte, y fallé en mi primer intento. Me alejé consciente del demonio al que había confrontado. Y la vergüenza me cubrió. Huí a un refugio falso… mismo del que me fuiste a sacar. Y sí, cómo no caer rendido ante el canto de la sirena. Escuché tus palabras, a sabiendas de que el destino ya marcado no se iba a modificar. Los dos somos tan culpables como inocentes. Y a quien ahora maldigo en realidad no es a ti ni a mí sino a la vida porque de nuevo nos volvió sus títeres.

—Deja de hacerlo más jodido, que alguna misión tenemos.
—Lo hago más jodido porque siempre llevo todo a sus últimas consecuencias. Forma parte tam-bién de mi declaración. Y como hiciste o hicimos tan complicado que fuera algo benéfico, no queda más que el camino de la destrucción. Y eso también forma parte de la misión. O del engaño.
—Deja de querer lastimarme que yo no quería lastimarte, no pude evitar confundirme, ese fue mi gran error.
—Ojo por ojo, dice la Biblia. Le creo. Si querías lastimarme o no, es trivial: lo hiciste. Argumentar confusión no resulta válido para sostener una defensa. Es casi como decir: yo no sabía que si le disparaba al corazón se iba a morir. Cualquiera que haya sido lastimado sabe que eso es el primero de los riesgos cuando te infiltras en la vida de otros. Y sólo por eso, porque lo sé, me resisto a vengarme. No creas que existen rasgos de compasión o te exculpo con tal actitud.

—Deja de jugar a la víctima conmigo, no hay ganadores, no hay vencidos, no impongas verdugos.
— Lo de jugar a la víctima... me parece que es algo que nos inculcaron desde hace 2010 años. Ponen como la representación del ideal a la más grande víctima que jamás ha existido y eso se ha repetido a lo largo de la historia. Y quien no quiera ser víctima, se ve obligado a convertirse en verdugo. Yo he jugado ambos roles. Y tú por igual. Nadie puede escapar a representar un papel en esta obra.

—Deja de buscarme cuando estés ebrio y mejor aún, deja de embriagarte.
—Cada quien encuentra la mejor manera para defenderse de la vida. Unos se cuentan historias rosas sólo para negar la miseria que los envuelve. Otros se inundan de actividades que les impiden lanzar una mirada hacia su propio interior. Yo me embriago para mirar a los ojos a mis demonios. Muchos dicen que beben para olvidar: yo lo hago para recordar con mayor fervor. Y a partir de eso, fundo mi magia. Cada palabra que te escribí o pronuncié, sí, también esas que te encantaron y te hicieron creer que podrías amarme y que incluso consiguieron que casi te fundieras conmigo en un mismo ser, fueron creadas bajo la bendición de la cerveza. No me pidas que renuncie a lo único que aún me da algo de lucidez.

—Deja de pensar que estoy quemando el paraíso.
—Quizá no quemaste el paraíso… pero encendiste nuestro Infierno.

—Deja de creer que fuiste mío.
—Tienes razón: para mi fortuna, nunca fui realmente tuyo. Sólo quedó en ofrecimiento. Por eso aún tengo la posibilidad de perderme sin retorno.

—Deja de desear que te destruya, no voy a hacerlo.
—Ya sé que no me vas a destruir. No posees la infinita bondad y valentía que se necesitan para ello.

—Deja de verme desde arriba, deja de verme desde abajo, mírame de frente.
—Te veo desde la posición que me corresponde. Y sabes que te he visto de todas maneras. Y que te he visto mejor que nadie. Eso no implica que me guste lo que vi ni que no me desgarre el alma contemplar tu humanidad.

—Deja de juzgarme que apenas me voy conociendo, no necesito que me digas quien soy.
—Concedo que apenas comiences a reconocer lo que vive bajo tu piel. Mas el silencio jamás ha sido mi cualidad. Y al convertirme en parte de tu vida, me diste el derecho de opinar. Que no te guste lo que mi lengua viperina emite, rebasa mi control. Por otro lado, me juzgas con la misma impiedad que yo a ti. Peor: intentas cambiar lo que soy.

—Deja de limitarnos a todo o nada.
—Todo o nada es la única manera en que sé y me interesa vivir. Para medias tintas y tibiezas, mejor me masturbo. Seré cualquier cosa menos un pusilánime.

—Deja de ser mi enemigo, cargas con odio que yo no siento.
—Ya no soy tu enemigo. En realidad nunca lo he sido. Para eso tendríamos que haber tenido juntos algo que consideráramos real. No se puede odiar lo que jamás existió.

—Deja de desear que me desbarate y llore por o en tus brazos.
—Eso lo supe perdido a partir del momento en que vi cómo te alejabas tras una noche de ensueño. Yo quería seguir dormido, tú nos obligaste a despertar. Todo lo que pasó durante los 30 días siguientes fue inercia y necedad.

—Deja de ver esta como la última guerra. No te hagas ilusiones.
—Sí, ya sé que no será la última vez que me enamore. Pero es tanto ya el cansancio.

—Deja de jactarte de ser el único que sabe entregarse porque ya no voy a buscar convencerte de lo contrario, mucho menos de demostrártelo.
—Eso de la entrega... en realidad es una falacia: nadie se pertenece ni a sí mismo, menos podrá darse a otros.

—Deja de decirme indigna o mentirosa.
—Mmm... Creo en la libertad de expresión. Y me caga que me censuren.

—Dejaría de tratar si supiera que tú sabes que no hay otro modo.
— Nunca hay otro modo.
—Déjame estar contigo como puedo.
—Imagina que ese a quien aún amas te dijera: ven, te invito a mi vida, pero no me puedes tocar, no me puedes besar, no puedes inmiscuirte… sólo la puedes contemplar. Serás una más entre tantas… una pieza más del rompecabezas, esa de las que se pueden perder. ¿Existe mayor humillación?

—Deja de lanzar veneno y perdóname…y si no quieres dejar, entonces déjame. Sólo dime que decides o decido yo.
—¿Perdonar? Eso es de cristianos. Yo nunca perdono ni olvido... pero creo en la retribución. Y siempre estoy dispuesto a dejar que me compensen las ofensas que recibí.

El vacío es lo que queda por delante cuando las voces se apagan.

jueves, 15 de abril de 2010

Slushy










No sé si he estado despierto o dormido desde hace varias horas; lo que sé es que aunque a mi cripta sólo llega un mortecino rumor luminoso, las llamaradas solares hacen de las suyas en esa playa que es el mundo. Mi estadía hace años en el Brasero de Ocho Triagramas me impide sentir el calor y no obstante sé que al abrir la puerta me saludaría un día de primavera digno de aquellos recuerdos de la infancia, en que todo es eterno y simultáneo, la alegría y el dolor, y sin embargo permanecemos como cristal incólume.
Reconozco los nudos en el estómago y garganta, así como la cobija del estupor, que de manera sutil impide cualquier cambio en la celda de la mente; sí, la melancolía, esa vieja compañera se encuentra conmigo, deleitándome y haciendo burla de mi incapacidad del llanto en su presencia.
Sé que sólo basta un acto de voluntad para romper la ilusión, pero no es fácil romper algo tan grandioso, apacible y sereno; cómo poder desdeñar ese peso en el corazón que me ha acompañado en mis momentos de felicidad, que ha tornado épicos mis recuerdos y que me ha hecho ser lo que soy. Si no fuera mortal podría permanecer así toda la eternidad, quizá mi elección sería un estanque con algas y todo tipo de batracios y pececillos en lugar de un colchón.
Al final, algo interrumpe la justa y por ello lo pierdo todo, pierdo la horrible razón para vivir, muerto viviente.



No sé si he estado despierto o dormido desde hace varias horas; lo que sé es que aunque a mi cripta sólo llega un mortecino rumor luminoso, las llamaradas solares hacen de las suyas en esa playa que es el mundo. Mi estadía hace años en el Brasero de Ocho Triagramas me impide sentir el calor y no obstante sé que al abrir la puerta me saludaría un día de primavera digno de aquellos recuerdos de la infancia, en que todo es eterno y simultáneo, la alegría y el dolor, y sin embargo permanecemos como cristal incólume.
Reconozco los nudos en el estómago y garganta, así como la cobija del estupor, que de manera sutil impide cualquier cambio en la celda de la mente; sí, la melancolía, esa vieja compañera se encuentra conmigo, deleitándome y haciendo burla de mi incapacidad del llanto en su presencia.
Hoy sin embargo, soy eterno, hoy soy el fluído que mantiene a la melancolía en su lugar, la justa ya no tiene lugar, someto la melancolía a mi arbitrio, a que me acompañe lo más posible; sé que sólo existe porque quiero que exista al tiempo que yo soy por su capricho. Es por ello que la alimento con carbones ardientes, alternándolos con agua de un pozo profundo para que chisporrotée, albergando la esperanza de que haga trizas mi alma.


Disculpen la interrupción...


...,abajo está un excelente post recién publicado por nuestro escritor de cabecera, vayan a él inmediatamente, yo sólo quería saludarlos y comentar que casi no me he aparecido por aquí debido a que todo lo que va del año he salido a trabajo de campo más de lo que normalmente salía. De hecho en unas 5 horas más saldré de nuevo a la Sierra Norte de Puebla, en donde me he pasado la mayor parte de los últimos dos meses y medio. En cuando vuelva a salir a la civilización, me comunico nuevamente con ustedes.
Y ahora, por favor sigan disfrutando del post del Sr. Azgarton. Gracias por su atención.

miércoles, 14 de abril de 2010

Melancolía marciana

Despiertas y el ánimo no lo hace contigo. Sol ilumina las paredes de ese hábitat que de refugio se te ha vuelto prisión, mas sientes los ojos empañados, como con nubes, oscurecidos. Desnudo, de cuerpo y alma, el calor es sofocante. No reconforta ni da seguridad: sólo es combustión que no se concreta.

Añoras esos días, ya muertos, extintos, pero aún vivos en esa falsa vida del fantasma, cuando la sonrisa era el timbre que te robaba del sueño. La ilusión de laberintos capilares y giros de carne en éxtasis de promesa se han convertido en maldición pueril, vacua, por demás endeble.

Aún así, tienes melancolía de lo que no fue, precisamente por que pudo haber sido. Y como cualquier otra melancolía, como esa melancolía de lo que fue pero pudo haber sido distinto, se te antoja absurda. Tan absurda como creer que sinos distintos a la desaparición y la decadencia pueden aguardar a esos seres cuya única cualidad es corromperse.

Obnubilado del sentimiento, el intelecto guía tus acciones. Mecanización de sobreviviente, te aferras al sinsentido. Abandonas la cama, no soportas más su tibieza que engaña. Adivinas tu boca pastosa, los párpados enlagañados, la piel áspera de tanto tiempo que lleva sin ser acariciada. El reflejo que miras en la fusión de plata y cristal nada te dice, nada te revela. Eres tú, pero quién sabe en qué te convertirás a lo largo del día. Poco te importa ya.

Tu sangre contaminada, tu cuerpo ajado, el alma quebrada... da igual, nadie permanece incólume si se somete al martirio de vivir. No hay redención, proclama la voz que se esconde en el viento. Sonríes con cinismo: lo sabes pero te place, acaso sólo por considerarlo ocioso, contradecirla. Batalla perdida, búsqueda huera, cosecha estéril.

Es martes, musitas. Lo mismo daría que fuera lunes o viernes, pero no domingo. En domingo no queda sitio para nada, el limbo todo lo abarca. Pero es martes, entonces aún queda algo por hacer. Y entiendes entonces el porqué de la melancolía. Extrañas ya eso que estará muerto, dentro de poco, indefectiblemente, tan sólo para que sigas creyendo que volverás a vivir.

Iluso.

jueves, 8 de abril de 2010

De las cosas que amo de la tecnología...

12 de la noche terminal del norte y el teléfono me indica una docena de redes inalambricas identificadas, pero todas con clave.
5 de la mañana en Guanajuato, muy temprano todavía para desayunar, pero en la terminal la señal de "Primera plus" está abierta.
Me conecto a Nokia Mapas y ubico mi posición exacta, y demás faroladas con el celular.
Para gastar algo de tiempo enciendo la laptop y contesto algunos correos.
Saludos banda